sábado, 9 de abril de 2011

El advenimiento del homo videns

Este artículo fue originalmente publicado en el ya abandonado blog Cajatonta, y al mismo tiempo en su "sucursal" (ya inaccesible) dentro Periodista Digital. Posteriormente, tras su publicación sin mención a su autor en el portal de Solidaridad, viaja libremente por la red.

Es una advertencia. Una reflexión preocupada y combativa. Un planteamiento provocador que se asume como tal. Un grito razonado que intenta despertar las conciencias adormecidas y provocar debate. Escrito a finales de los 90, Homo Videns, la sociedad teledirigida, es un ensayo del afamado politólogo italiano Giovanni Sartori, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en el año 2005, en el que el autor defiende la tesis de que la primacía de la imagen (representada por la omnipresente televisión) en la sociedad actual, significa un empobrecimiento letal de la capacidad del ser humano para conocer y entender, puesto que supone la atrofia de su capacidad de abstracción y de pensamiento simbólico.

El papel de la televisión como fuente de entretenimiento y diversión no es puesto en duda, ni criticado. Pero siendo esto necesario y vital para el ser humano no puede convertirse en el centro de su actividad, y actualmente ésa es la principal función de la televisión, así como la de sus filiales visuales, los videojuegos y el propio Internet (con vida e intenciones propias pero con contradicciones evidentes, como su hipertexto, pretenciosa lectura no secuencial). De lo que duda Sartori (y con razón) es de su función formadora e informativa. Lo visual, que debiera ser un complemento y aliado útil de la palabra escrita y hablada, se ha convertido en el todo, en el ser. Lo que es, es lo que existe en la televisión. Sólo tiene sentido como ella lo muestra. Y en ella, la palabra ha quedado completamente supeditada a la imagen. El espectador pues, queda a merced de estímulos sensitivos, va desertando de sus capacidades cognitivas, y en ese tránsito se produce la sustitución del homo sapiens por el homo videns.

Es necesario entender que este planteamiento es una visión extremista de la realidad con el que se busca alertar de un problema, pero que las premisas de las que parte son ciertas y contrastables. La experiencia demuestra que los niños de hoy ven cientos de horas de televisión antes de aprender a leer y a escribir. Es decir, su impronta educacional es plenamente audiovisual, pasiva, destructiva respecto a la imaginación o la creación. Ello conlleva una regresión evidente a la hora de su expresión escrita y oral. En muchas ocasiones no hay manera de que los escolares se expresen con un mínimo de decoro a la hora de redactar o exponer cualquier idea. La palabra escrita se abandona, se la considera elitista frente a las nuevas formas (divertidas, entretenidas e interactivas) de difusión del conocimiento. A través de la imagen, por supuesto. Pero el ser humano es antes todo un ser simbólico y se mueve siempre en el campo de las abstracciones, aunque no quiera o no esté educado para ello. De ahí el empobrecimiento con el que especula Sartori respecto a la utilización y el entendimiento de concepciones mentales. Una mesa es fácilmente representable visualmente, pero, ¿cómo representar conceptos como libertad, felicidad o justicia? Sólo de una manera pobre, parcial y distorsionada.

Dejando a un lado el mundo de las abstracciones, filosóficas o sociales, no podemos olvidar que el mundo de la ciencia no puede sobrevivir sin el pensamiento abstracto y por tanto le es necesario la formación en ese campo. Cada vez se hace más evidente la incapacidad real de mucho niños de leer (y cuando digo leer no me refiero al acto de juntar letras formando palabras y frases, sino a entender) problemas básicos de Física o Matemáticas. Muchas veces sabrían resolverlos con las armas físico-matemáticas que han aprendido, pero el problema es que simplemente leen el texto y no se enteran de nada. Después, cuando se les explica de una manera vulgar y directa, con ejemplos concretos, lo que les pedía el susodicho problema, se les ve confusos, extrañados: se dan cuenta de que podrían haber intentado resolverlo. No había sido la Física la traba. Había sido la compresión del texto.

Por último, una experiencia visual pero contada con palabras. En las principales estaciones del metro de Madrid fueron colocadas hace ya un tiempo grandes y pequeñas pantallas que emiten la programación de un canal propio, de la empresa, que da pequeñas noticias y emite infinita publicidad. El metro siempre ha sido reducto de lectores que aprovechan los a veces largos trayectos que se han de hacer por el subsuelo de la capital, para leer y no aburrirse. En estas estaciones, lentamente, se va imponiendo entre los usuarios la atención a la televisión. Hace poco, me dirigía con prisa hacia un andén de la estación de la Puerta del Sol. Justo al girar por el pasillo y entrar en él, la imagen que descubrí fue demoledora. Fue un segundo, como si el tiempo se parase. A lo largo de los andenes enfrentados, unas treinta o cuarenta personas dispersas, solitarias y silenciosas, levantaban sus miradas vacías, perdidas y cansadas hacia las pantallas. Parecían autómatas. Las imágenes que veían eran mudas, no se escuchaba ni un ruido. Fue un segundo, pero al verlos allí, no pude dejar de pensar en alguno de los relatos febriles e inquietantes del atormentado Philip K. Dick y en las pesadillas totalitarias y alienantes de Orwell.

(Continúa)

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