La reflexión y los ejemplos los limitaré prácticamente al ámbito de la televisión, uno de los medios que hasta hace muy poco ha sido indiscutiblemente el canal clave de la información que llegaba a los ciudadanos, ejerciendo un papel preponderante en la conformación de la opinión pública de las sociedades occidentales. Este rol lleva años siendo discutido en ambientes académicos debido al imparable ascenso de Internet y la influencia de las redes sociales, pero no este hecho no debe ser sólo achacable al papel de las nuevas tecnologías, la inmediatez que permiten y la pluralidad de voces que aportan, sino por el propio suicidio de un medio anquilosado en formas de informar, opinar y entretener de otro siglo, que aún pretende mantener encadenado a un receptor pasivo al que se le ofrecen periódicamente unas mínimas novedades que simulan interactividad sin serlo, que sólo sirven para ahondar más la brecha entre las demandas de uno y la oferta del otro.
Si nos limitamos al papel esencialmente informativo de los medios televisivos como servicio público (que también lo son, aunque cada vez cueste más reconocerlos como tal) hay que poner encima de la mesa la agotada e infausta fórmula tertuliana. Ya hace varios años que en los medios audiovisuales españoles se adoptó el formato de tertulias como forma de análisis de las principales noticias del día, convirtiéndose en paradigma informativo. En ellas periodistas y supuestos expertos, que en la gran mayoría de casos carecen de suficiente formación para poder opinar debido a la amplitud de lo tratado, se han terminado convirtiendo en una voz que distorsiona de manera partidista la realidad para acomodarla torticeramente a sus intereses. Estos intereses ni siquiera son ideológicos, sino que están directamente relacionados con su supervivencia mediática en el difícil escenario periodístico actual: actúan como portavoces cuasioficiales del partido que apoyan, una vez que han filtrado dicho interés por el mucho más trascendente de la empresa matriz propietaria del medio en cuestión. Estamos hablando de ese grupo de periodistas que transita de la mañana a la noche por diferentes medios repitiendo cuatro ideas en voz de grito. Esos a los que hace unos años definí como megatertulianos, cuyo modelo de análisis de la realidad social toma cada vez más elementos de la telebasura con el objetivo de espectacularizar los supuestos conflictos entre ellos mismos y con las propuestas políticas de turno, convirtiendo las discusiones y los monólogos en ejercicios de expresión agria, soez, insultante y en ocasiones rayanos en la indecencia moral. Un caso que ejemplifica esto último sucedió hace ya un tiempo en la tertulia de El Gato al Agua en Intereconomia, hace ya más de un año. El impresentable (no se le puede calificar de otra manera) es Eduardo García Serrano, tertuliano y presentador de informativos de la cadena, y sirve como ejemplo de lo que se puede llegar a decir impunemente en las televisiones españolas una vez que se manipula la información y se convierte en propaganda
A pesar del evidente agotamiento de la fórmula tertuliana como método para analizar la sociedad, los últimos años se caracterizan por la proliferación increíble de este fenómeno, que en lugar de aportar datos y opinión mesurada y reflexiva para que los ciudadanos puedan hacerse su propia composición de las más importantes noticias diarias, se utilizan para inducir estados de ánimo incendiarios y agresivos en un peligroso juego que acerca a estas tertulias a la telebasura del corazón, con el agravante de ofrecer munición a muchos ciudadanos que confían en la verdad de lo que estos “acreditados periodistas” cuentan. No olvidemos la fuerza que aún tienen afirmaciones como “lo he visto en televisión” o “lo he escuchado en la radio”.
Como ya comenté en el anterior post los medios audiovisuales ignoraron casi por completo la manifestación del 15 de Mayo en la que los participantes intentaron hacer patente su rechazo a la putrefacción del sistema. El seguimiento de lo que iba sucediendo durante el domingo 15 de mayo y el lunes 16 de mayo en estos medios sirve para entender por qué en España durante los últimos años muchas de las justas reclamaciones sociales de tantos colectivos han pasado inadvertidas por la falta de atención mediática. Las distintas empresas multimedia que controlan dichos medios están mucho más preocupadas por obtener beneficios de sus negocios, imponer su propia agenda informativa al servicio de los partidos que los financian mediante publicidad institucional, y no molestar a los poderes financieros con los que han establecido oscuras alianzas (como ya intenté poner encima de la mesa en este otro artículo) que por aportar información veraz sobre los problemas sociales que deberían preocupar a los ciudadanos. Aparecieron minúsculas entrevistas editadas, declaraciones pintorescas y, algunos átomos de información fragmentaria que era imposible contextualizar y dimensionar. Rápidamente se intentó presentar la movilización ciudadana como un fenómeno mayoritariamente juvenil para así por un lado alegrarse cínicamente de que los jóvenes dieran alguna muestra de indignación y contestación social, pero también al mismo tiempo poder presentar estas movilizaciones como un juego de niños sin mayor trascendencia. Cuando la policía, por orden la Delegación de Gobierno de Madrid, desalojó la acampada de la Puerta del Sol en la madrugada del 17 de mayo, pocas voces críticas se alzaron en los programas informativos de las televisiones. El asunto estaba ya finiquitado. Podían volver a su mundo. Ese mundo de campañas políticas que no interesan a nadie, donde los políticos no dicen nada, los programas se ocultan tras consignas vacías y los expertos periodistas siguen dando por hecho que la ciudadanía sólo se informará mayoritariamente a través de ellos, por lo que pueden seguir retorciendo la realidad a su antojo sin que nadie les pueda poner en su sitio. Esta vez erraron. Gravemente. La primera crítica se le podría hacer a RTVE, sufragada mediante los impuestos de los ciudadanos y en cuya radio se permitieron hacer chanzas costa de las ilusiones de cambio de algunos de esos mismos ciudadanos, atreviéndose incluso a etiquetarlos jocosamente. Entonces llegó Cristina, de Burgos, una oyente de RNE que enrabietada por el desdén y la profunda falta de respeto de unos tertulianos que hablaban sobre el desalojo de la acampada en el programa En días como hoy, llamó para intervenir y (re)apropiarse durante de unos minutos de la frecuencia de la cadena, del canal de comunicación ciudadana que debieran ser los medios públicos. La intervención de Cristina rápidamente se convirtió en un poderoso viral en la red, una manera de intentar explicar a los amigos, a la familia y a los cercanos porque esta vez sí, no nos podíamos dejar de pisotear de nuevo.
A partir del miércoles 17 de mayo los medios y los políticos ya no podían obviar lo que sucedía. Las plazas de muchas ciudades se convirtieron en un foco de contestación y de rebeldía. La Puerta del Sol en Madrid vivió una concentración multitudinaria y espontánea por la noche como protesta al desalojo de los acampados y para seguir expresando su repulsa ante la situación económica y política del país. Pero una cosa era dar información y otra cosa dejar de lado las viejas costumbres. En las plazas los gritos contra la manipulación de los medios se multiplicaban ante la sorpresa y el malestar de los mismos que siguen pretendiendo ejercer el rol de informadores independientes. Comenzaron por dar la mínima información posible y continuaron intentando convertir las concentraciones en dramas humanos muy del gusto de la banal telerrealidad con la que suelen rellenar sus parrillas. Pero se encontraron un problema: la gente, de repente, lo que quería era hablar de política, en serio. Discrepando, discutiendo, proponiendo, debatiendo… Querían que se hablara de Política con mayúsculas en España, por fin. Sucedió una cosa curiosa. No fueron las televisiones que en principio podría considerarse ideológicamente cercanas a las tesis propuestas por los concentrados las que empezaron a cubrir continuamente el que ha sido el fenómeno social más importante de los últimos años. TVE ha ninguneado lo que sucedía tanto en Madrid como en el resto de España (tal vez las críticas de los manifestantes al PSOE y sus políticas liberales de recorte social podrían tener algo que ver con esta pobre cobertura). Antena3 y Tele5 han continuado con su modelo de televisión de entretenimiento vacuo y alienante (como se trataba de un movimiento no violento, sin cadáveres que mostrar ni lágrimas que inducir no tenía cabida en ese modelo televisivo). Por otro lado este fenómeno social ha sido el primero que ha mostrado el daño a la pluralidad informativa que suponen las concentraciones de poder mediático, como se ha podido ver con el papel inane de Cuatro y la imposibilidad de información 24 horas al día que ofrecía CNN+. Uno de los casos más curiosos (y que en el futuro habrá que analizar) es el de La Sexta. Con tres canales a su disposición que rellena con series y reportajes varios que se repiten hasta el hastío, la cadena no ha encontrado hueco en su parrilla para hacer un seguimiento al minuto de las concentraciones. Sólo la noche del viernes 19 de mayo dedicó un par de horas al análisis político (dentro del marco tertuliano diario que tiene) de las protestas, mientras ofrecía imágenes en directo de Madrid y Barcelona. Esta extraordinariamente pobre cobertura informativa fue, paradójicamente, fue muy celebrada en las redes sociales en lo que es una muestra más de la falta de representatividad de un extenso segmento social en los medios actuales.
Una vez hecho este recorrido por la nada informativa podría parecer que en la televisión nadie ha informado seriamente y de manera continua sobre el asunto. No es verdad. Ha habido una cadena que lo ha hecho. De hecho se ha volcado. Intereconomia, la cadena de más orientada a la derecha en espectro ideológico televisivo ha permitido a los ciudadanos asistir al fenómeno social de la Puerta del Sol de manera constante. Otra cosa a discutir sería el enfoque sesgado que ha dado a su información y el nivel intelectual y moral de las opiniones vertidas en sus programas. Aunque inicialmente trataron de interpretar el fenómeno social del 15M como una rebelión contra el Gobierno de Zapatero y por tanto algunos de sus tertulianos intentaron adoptar como propias algunas de las reivindicaciones que se escuchaban, las horas y los días fueron pasando y la farsa no pudo continuar. Los jóvenes que estaban en esas asambleas, las propuestas críticas con el neoliberalismo que se escuchaban, y la crítica feroz tanto al PP (además de al PSOE) como a la propia cadena por parte de los concentrados hizo que poco a poco se girara la posición de ésta hasta acabar sin vergüenza alguna manipulando, criticando y desprestigiando a aquellos que participaban en las acampadas. Sin pudor, sus tertulianos y presentadores hablaban despectivamente de su aspecto, sus vestimentas o las (infundas) ansias de fiesta y alcohol que en cualquier momento estallarían, convirtiendo las concentraciones en megabotellones incontrolables. Dio igual que la realidad tozuda les viniera mostrar cada día el pulcro civismo y autocontrol de los asistentes. Cuando uno se acostumbra a imprimir la mentira resulta complicado atender a estrictamente a la realidad. Se mofaron de manera rastrera de los concentrados calificándolos de perroflautas o chusma, al tiempo que nos dejaban impagables piezas de periodismo amateur como esta entrevista manipulada con un supuesto asistente a las concentraciones de Barcelona, donde el discurso del "ciudadano anónimo" parece previamente preparado (como se observa al leer los labios de la reportera recitando lo que dice su entrevistado entre los segundos 40 y 50 del siguiente video)
Otras televisión pública como es Telemadrid apenas ha hecho una mínima cobertura de estas concentraciones de protesta que superan en número y en relevancia social a otras a las que ha dedicado horas y horas en directo dentro de su programación, y que servían como punta de lanza contra las políticas del Gobierno socialista de Zapatero ya que representaban al espectro ideológico que permite gobernar con mayoría absoluta a Esperanza Aguirre en Madrid. Aquí tenemos un ejemplo de lo que según un comentarista del informativo nocturno de Telemadrid se podría hacer con los manifestantes madrileños debido a su escaso (según él y faltando a la verdad conscientemente) número.
Hay que reseñar también las muchas horas de debate y conexiones en directo dedicadas a este asunto en Veo7 la televisión del grupo editor de El Mundo, donde el inefable Carlos Costa, ejerciendo de imposible moderador, interrumpía constantemente a los tertulianos que se atrevían a defender algún aspecto de las peticiones de los concentrados mientras que, siguiendo al dictado el espíritu de su grupo mediático, intentaba sembrar dudas en su audiencia sobre los “oscuros” inductores reales de este movimiento social
Por último no se puede dejar de señalar las surrealistas contribuciones de Libertad Digital a enmarañar más la posibilidad de comprensión de los ciudadanos, como se puede escuchar en esta muestra de intuición conspiranoica de César Vidal
Es evidente que estas movilizaciones han cogido desprevenidos a políticos y periodistas que fueron incapaces durante varios días de entender las claves del fenómeno, intentando torpemente contextualizarlo dentro del viejo modelo explicativo de “estás conmigo o contra mí”. Con el paso de los días se hizo patente que éste era un fenómeno social contestario y plural que se alimentaba de una profunda desafección de la población en general hacia la clase política y los poderes financieros en particular, que de manera conjunta han sumido a España en una crisis social cuyo origen nunca estuvo en la clase trabajadora pero cuyas consecuencias están destrozando la vida de miles de familias cada día. Esta idea, que se ha hecho muy fuerte en el imaginario colectivo español, permitió que más allá de partidos y medios, gente muy diversa simpatizara con la indignación general que transpiraban estas manifestaciones populares. Los medios y los políticos no han sabido canalizar este grito de angustia y rebelión del pueblo porque son conscientes de que escucharlo significaría cambiar las estructuras de poder que posibilitan su propia supervivencia. Con el paso de los días ya no se les puede achacar falta de comprensión del fenómeno sino desinterés por colocarlo entre las prioridades de la agenda política y social. Las elecciones locales van a intentar ser utilizadas por el sistema para acallar y minimizar las voces de protesta. Se ha dado la paradoja que tanto participar en ellas como no hacerlo iba a servir en todo caso para que los indignados perdieran relevancia social, puesto que la pretendida legitimidad de los vencedores de las mismas intentará ser utilizada ahora en contra de los que precisamente explican que no se sienten representados por el modelo político actual. Este tipo de argumentos permitirá expulsar a los indignados del sistema y llevarlos a sus arrabales para que allí, ninguneados, perdiendo fuerza por su invisibilidad y por la rutina cometan algún error programático (o terminen provocando algún conato de violencia) para entonces volverlos a llevar al primer plano y destrozar sus restos frente a la audiencia.
Esto sería lo previsible. Lo que se pretenderá hacer. Lo que las ecuaciones de Matrix predicen que pasará.
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